miércoles, 12 de enero de 2011

Desayuno de Reyes

Al despertarse bajó corriendo las escaleras. El frío suelo agilizaba sus descalzos pies, los zapatos aguardaban desde la noche anterior en el piso bajo y ponerse unos calcetines hubiera significado perder demasiado tiempo.

Antes de irse a la cama el protocolo de cada 5 de enero: en la mesa de la cocina una bandeja llena de dulces navideños, entre los que no faltan turrón del duro, turrón del blando y polvorones de estepa, de esos que tienen el envoltorio de papel. También una botella de cava recién descorchada y a medio servir en tres copas alargadas de fino cristal. Tampoco puede faltar algo salado para que los Magos cojan fuerzas, una tabla con los mejores embutidos.

Debajo del árbol, en hilera, esperan los zapatos, todos los zapatos de Mario. Como siempre cada par tiene su regalo. Ahí están los mocasines, las zapatillas de fútbol sala, los zapatos sin cordones, las botas de montar e incluso las pantuflas de estar por casa. Aún sabiendo qué se esconde debajo de cada paquete de colores, Mario desenvuelve expectante los regalos.

En la cocina, todo está como la noche anterior, intacto, así que el desayuno del día Reyes ya está preparado. Mario desayuna solo todos los días, pero no cava.