lunes, 22 de octubre de 2012

La casona de ladrillo

La casona de ladrillo se levanta imponente en la calle principal. La rodea el verde jardín en donde un centenario árbol da sombra a las ventanas que miran al sur. En el balcón acristalado siempre hay flores, hasta en los más gélidos días de invierno.

Me gusta el chirriar de su verja cuando la abro, así me saluda cuando acompaño a mi abuela y subimos la escalinata que accede al porche, donde una vieja hamaca se mece gracias a la brisa que atraviesa el jardín. Cuidadosamente mi abuela me da las cartas que hay que depositar en el buzón y yo las introduzco. Cuando la cerramos y nos vamos, la verja nos despide con su particular chirriar.

Nunca veo a nadie en la casona de ladrillo, pero sus flores crecen, su árbol no flaquea y el verde de su jardín nunca amarillea. ¿Quién regará las plantas? Algún día me gustaría hacerlo a mí.

martes, 16 de octubre de 2012

Amanecer


Despertó cuando los primeros rayos de sol penetraban entre las grietas de la vieja tela de la jaima. Sus compañeros de viaje aún dormían. En silencio salió de la tienda y con pasos lentos se dirigió a lo alto de la duna más cercana. Se sentó y desde allí contempló la salida del sol. Todos los días lo hacía pero, nunca hasta entonces, lo había hecho desde el desierto.

Foto: M.San Felipe

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Carta de despido



La carta de despido estaba abierta sobre la mesa, ella relajada en el sofá. Descalza, despeinada y tapada con su vieja manta.

Una tenue sonrisa se dibujaba en su cara. Una oscura puerta se cerraba y se abría otra por la que ya podía sentir el aire fresco. 

Y a todo ésto, ¿por qué le habían dado carta de despido? Ella cobraba en negro.

Foto: luscofusco