lunes, 22 de octubre de 2012

La casona de ladrillo

La casona de ladrillo se levanta imponente en la calle principal. La rodea el verde jardín en donde un centenario árbol da sombra a las ventanas que miran al sur. En el balcón acristalado siempre hay flores, hasta en los más gélidos días de invierno.

Me gusta el chirriar de su verja cuando la abro, así me saluda cuando acompaño a mi abuela y subimos la escalinata que accede al porche, donde una vieja hamaca se mece gracias a la brisa que atraviesa el jardín. Cuidadosamente mi abuela me da las cartas que hay que depositar en el buzón y yo las introduzco. Cuando la cerramos y nos vamos, la verja nos despide con su particular chirriar.

Nunca veo a nadie en la casona de ladrillo, pero sus flores crecen, su árbol no flaquea y el verde de su jardín nunca amarillea. ¿Quién regará las plantas? Algún día me gustaría hacerlo a mí.

2 comentarios:

  1. En mi cabeza se forma una bonita estampa a medida que voy leyendo las líneas del relato. Me gusta el toque de misterio del final :-)

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  2. Quizá todos los que llegan a la casona y se paran embelesados por la belleza y la cuidan por un momento breve con la mirada y el deseo mientras van de paso.

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