- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
- ...
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
El claxón del taxi no dejaba de pitar, el conductor no le daba tregua, a ralentí avanzaba por la recta calle de tres carriles. El taxista no dejaba de mirar a su derecha mientras el coche recorría la calle por el carril central lentamente y como por inercia.
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
- ...
La mano derecha del taxista presionaba con rabia el centro del volante, accionando el claxón y accionándose así el continuo y desagradable pitido. La mano izquierda directa al elevalunas, la ventanilla del copiloto se abre con lentitud. Sin dejar de mirar a su derecha, el taxista empieza a gritar:
- ¡Jeta. Que eres un jeta! -se oía mientras el claxón seguía sonando-.
Ahora que ya había bajado la ventanilla, acompañaba sus insultos con la mano izquierda, amenazante, dando mayor énfasis a sus gritos y a su enfado.
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. -El taxi seguía avanzando a ralentí y la mano derecha no dejaba que el claxon callara.
Poco a poco, por el carril central, el pitido y los gritos se alejaban. Atrás, en el carril derecho, quedaba un teatro y un taxi de servicio que no estaba en la parada.
- ...
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
El claxón del taxi no dejaba de pitar, el conductor no le daba tregua, a ralentí avanzaba por la recta calle de tres carriles. El taxista no dejaba de mirar a su derecha mientras el coche recorría la calle por el carril central lentamente y como por inercia.
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
- ...
La mano derecha del taxista presionaba con rabia el centro del volante, accionando el claxón y accionándose así el continuo y desagradable pitido. La mano izquierda directa al elevalunas, la ventanilla del copiloto se abre con lentitud. Sin dejar de mirar a su derecha, el taxista empieza a gritar:
- ¡Jeta. Que eres un jeta! -se oía mientras el claxón seguía sonando-.
Ahora que ya había bajado la ventanilla, acompañaba sus insultos con la mano izquierda, amenazante, dando mayor énfasis a sus gritos y a su enfado.
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. -El taxi seguía avanzando a ralentí y la mano derecha no dejaba que el claxon callara.
Poco a poco, por el carril central, el pitido y los gritos se alejaban. Atrás, en el carril derecho, quedaba un teatro y un taxi de servicio que no estaba en la parada.
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